La llegada de María Corina Machado a Oslo, pocas horas después de que se anunciara su Premio Nobel de la Paz, desencadenó una de las escenas más emotivas para la diáspora venezolana en los últimos años. La líder opositora, que pasó casi once meses en la clandestinidad dentro de Venezuela, reapareció frente a decenas de compatriotas que la esperaban en las afueras del Grand Hotel de la capital noruega.
Pasada la medianoche, Machado salió al balcón del hotel —el mismo donde tradicionalmente se asoman los laureados del Nobel— y saludó a los venezolanos que habían llegado desde distintos países de Europa. En un gesto que rápidamente se viralizó, la dirigente colocó su mano en el pecho y entonó el himno nacional, mientras la multitud lo acompañaba entre lágrimas, grabaciones y banderas tricolor ondeando en el aire helado de Oslo.
Minutos después, y contra el protocolo de seguridad establecido por la policía noruega, Machado decidió bajar a la calle. Allí se fundió en abrazos con los presentes, estrechó manos y dedicó palabras de agradecimiento. Muchos de los asistentes habían viajado largas distancias solo para verla luego de casi un año sin apariciones públicas, marcadas por su persecución dentro de Venezuela.
La escena se transformó en una especie de vigilia espontánea por la libertad. Los presentes coreaban “¡Libertad!” y “¡Venezuela te espera!”, mientras algunos lloraban abiertamente por el significado de ese reencuentro: la líder opositora no solo aparecía ante el mundo como Nobel de la Paz, sino también como símbolo de resistencia frente al régimen de Nicolás Maduro.
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Aunque no ofreció un discurso formal en ese momento, Machado agradeció a los venezolanos por el apoyo durante su clandestinidad y por la presencia masiva en Oslo. Se esperan declaraciones más extensas en próximas reuniones con autoridades noruegas, incluido el primer ministro Jonas Gahr Støre, con quien sostendrá encuentros oficiales en las horas siguientes.
Para muchos de los asistentes, el encuentro representó algo más que una aparición pública: fue un acto de reafirmación de esperanza en medio del deterioro político venezolano. La imagen de Machado abrazando a sus compatriotas en Oslo, con una bandera sobre los hombros y visiblemente emocionada, se convirtió en un símbolo instantáneo para la diáspora que continúa luchando por un cambio en su país.



